
En Januca conmemoramos la gesta de los Macabeos en el siglo II A.E.C contra la dominación griega, la re-dedicación del Beit Hamikdash (Templo de Jerusalem) y el milagro del aceite.
La palabra “Januca” proviene del verbo hebreo לַחֲנוֹךְ (lajanoj) que significa “inaugurar”. Así, “Januca” quiere decir “inauguración” o “dedicación”.
Historia de Januca:
En el año 167 A.E.C la tierra de Israel se encontraba bajo dominio de los Seleúcidas, una dinastía griego-siria que tenía sus orígenes en la división del imperio de Alejandro Magno.
En aquel año el rey de los Seleúcidas, Antíoco IV Epífanes, dictó una serie de decretos contra los judíos con la intención de helenizarlos. Sus leyes prohibían la celebración del Shabat, Rosh Jodesh y festividades, realizar brit milá (circuncisión) y el estudio de la Torá, siendo el castigo para aquellos que las transgredieran la muerte.
Algunos judíos fueron influenciados por las prácticas griegas abandonando así su identidad y sus creencias. Sin embargo, muchos otros combatieron y resistieron la helenización impuesta por Antíoco.
Como represalia a su oposición, Antíoco profanó el Beit Hamikdash sacrificando en el altar a una cerda (un animal impuro) y colocando una estatua de Zeus en su interior.
Los Macabeos:
Sin embargo, en la ciudad de Modi’in, un sacerdote llamado Matitiahu ben Iojanan haCohen se rebeló junto con sus cinco hijos a las imposiciones griegas, iniciando así una revuelta que se conocería como “la gesta de los macabeos.”
Ahora bien, el nombre original de esta familia era los Jashmoneos. Sin embargo, la palabra “Macabeos” surgió como un apodo para los líderes de la resistencia judía de aquel entonces. Así, la palabra “macabeo” puede tener diversos orígenes. Muchos sostienen que se trata de un acróstico conformado con las primeras letras del nombre de Matitiahu. Otros proponen que se trataba del apodo que recibió uno de sus hijos, Iehudá Macabí (Judas Macabeo) quien luchaba contra los griegos golpeándolos con un martillo (la palabra en hebreo para “golpe” es “maká” מַכָּה) y finalmente hay quienes dicen que este nombre surgió del grito de guerra de los Jashmoneos, quienes en cada batalla decían “Mi kamoja baelim Adonai” que traducido es: “¿Quién como Tú D-os entre los dioses?”
Así, los macabeos lucharon durante aproximadamente tres años contra los ejércitos de Antíoco mediante la guerra de guerrillas y los ataques coordinados. En esta festividad recordamos su heroísmo y el primer gran milagro: el triunfo de unos pocos sobre muchos.
La Re-dedicación:
Finalmente el 25 de Kislev del año 164 A.E.C Iehudá Macabí logró recuperar el Beit Hamikdash de mano de los griegos. Y aquí ocurrió el segundo gran milagro: el milagro del aceite.
Después de la profanación cometida por Antíoco, era necesario re-dedicar el Beit Hamikdash antes de volver a utilizarlo. Para esto, la iluminación de la Menorá (el candelero de siete velas) resultaba fundamental. Sin embargo, la Menorá no podía encenderse con cualquier aceite ya que la Torá establecía que debía ser aceite de oliva extra puro (Shemot / Éxodo 27:20-21). El problema era que sólo una vasija no había sido destruida por los griegos, y el aceite no alcanzaría para alumbrar el tiempo necesario hasta la producción de uno nuevo.
Sin embargo, D-os permitió que el aceite alcanzara milagrosamente para ocho días enteros. Así, en recuerdo de este milagro, encendemos la Janukia, un candelero de nueve velas durante ocho días. Es por este motivo que muchas veces Janucá también es llamada la “Festividad de las luminarias”.
Januca en el Brit Jadashá:
Finalmente, la festividad de Januca es mencionada en el Brit Jadashá, en el libro de Juan:
“Celebrábase en Ierushalaim la fiesta de la dedicación. Era invierno, y Ieshúa andaba en el Templo por el pórtico de Salomón.” – Juan 10:22-23
Ieshúa, como judío, celebró esta festividad junto con su pueblo, y lo hizo estando para esa fecha en el Templo que había sido re-dedicado. Asimismo, Él dijo que:
“Otra vez Ieshúa les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”.
Al igual que la Menorá, Ieshúa es la Luz del mundo, que mediante Su Palabra alumbra a cada persona. Y de la misma forma que los griegos quisieron apagar aquella luz y no pudieron, tampoco las tinieblas podrán apagar nunca la Luz de nuestro Mesías.
“La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.” – Juan 1:5